domingo, 19 de octubre de 2014

Erase una vez un atelier...

Erase una vez un atelier, unas cuantas telas, un dedal y una aguja. Ah! Y algunos hilos también. Los hilos eran importantes. Mas de lo que ellos pensaban. Si, quizás fueran finos, pero podían ser muy resistentes si querían. Quizás estuvieran infravalorados. Aunque los que convivían con ellos, sabían que eran importantes. Habría que decírselo mas a menudo.
Las telas tenían sus días. A rayas, de lunares, de un solo color, jaspeadas, con texturas... Podías encontrar las que quisiera, pero al final sola una o en algunos casos, varias, serían las elegidas. 
La aguja hacía su trabajo sin inmutarse, no podía quejarse, era una mas. Eran un equipo. Aunque sin alguien que la cogiese para atravesar las telas y llevar los hilos, estaba pedida. Y eso es lo que pasaba cuando el modisto se iba a dormir. Cada uno pasaba a su rincón, a su huequecito dentro del atelier. Pero durante el día... Eso era otra cosa! En cuanto el sol entraba por las ventanas y aparecía el, todo cobraba vida y como si un cuento se tratase, empezaban un nuevo vestido. Erase una vez... 




Continuara...

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